Noah se está construyendo una cabaña en lo alto de un árbol, una cabaña solo para él, como con la que sueñan todos los niños. Pero el narrador de la historia se interpone. Decide poner a un lobo con dientes enormes, al pie del árbol y no permitir que se mueva. De día o de noche, haga el tiempo que haga, el lobo sigue ahí, observando a Noé. Como Noah no puede bajar, transformará su cabaña a su antojo, convirtiéndola en un parque de atracciones para jugar, un acogedor dormitorio para descansar, una cocina con mil y un dispensadores de fideos y dulces para comer... y por si fuera poco, ¡una mazmorra para atacar a la horrible bestia! Pero al narrador le sobran ideas para (intentar) aterrorizar al pequeño...